Sanidad y élites extractivas
La política tolera mal los espacios vacíos y cuando un gobierno renuncia a ocupar un área de poder lo que hace en realidad es entregarla a otros actores. Si a esta retirada sumamos un constante flujo de dinero público sin mucho control, este espacio acabará por acoger un ecosistema con normas propias e intereses alejados del bien común. Esta es la historia de la sanidad catalana de los últimos 30 años. Y sólo si se tiene en cuenta este 'pecado original' puede explicarse la suma de corruptelas y opacidad que han hecho de este servicio público un terreno abonado para las sospechas y los escándalos.
A pesar de la gravedad este no es el mayor problema del modelo sanitario catalán (temas de calidad y financiación aparte). El problema real, lo que hace posible todos los demás problemas, es que casi nadie entiende el modelo. Es tal la variedad de entidades y marcos jurídicos que conviven, son tan complejas las interrelaciones que entre ellas se producen, que "casi fue más fácil aprobar las oposiciones que hacerme una idea de cómo funcinava todo", me bromeó un día un fiscal. No sería atrevido decir, si uno fuera mal pensado, que todo está hecho así con esa intención.
Cómo funciona el modelo?
Dedicamos pues un poco de espacio (y perdonad la lección) a hacer un resumen comprensible y simplificado de cómo funciona un modelo que tiene dos niveles. Al superior, encontramos el Servicio Catalán de la Salud (CatSalut), ente público del Departamento de Salud que es el encargado de financiar el sistema. En el año 2014, la Generalitat ha puesto en sus manos 8.039 millones de euros, casi un 40% de su presupuesto, a pesar de los recortes. Al nivel nivel inferior están todos los dispositivos asistenciales de la sanidad pública: hospitales, CAP, centros de rehabilitación, de salud mental ... Los hay públicos de la Generalidad (los del ICS), públicos de otros tipos ( consorcios y empresas municipales, como Innova en Reus), privados sin ánimo de lucro (fundaciones y centros religiosos, como el Hospital de Sant Pau) y privados que persiguen beneficios (empresas como Capio y Fisiogestión).
La clave del sistema es como se relacionan estos dos niveles. El CatSalut firma cada año unos acuerdos (llamados conciertos) con cada uno de los dispositivos del nivel inferior para los que les paga la atención sanitaria que ofrecen a los ciudadanos. Y excepto en el caso de el ICS (por ahora, porque Salud ya ha comenzado su desintegración), deja que los gestores de estos equipamientos manejen los fondos públicos con una libertad casi total, lo que significa que no tienen que pasar cuentas ni ante el Parlamento, ni los ciudadanos ni, por supuesto, los medios de comunicación. Aquí tenéis el Registro de convenios y contratos en el ámbito de la asistencia sanitaria pública de 2007-2013 con todos los conciertos del Servicio Catalán de la Salud.
Como se gastan el dinero de la Sanidad?
Volvamos ahora a los 8.039 millones de euros que este año gestiona el CatSalut . De ellos, 2.453 fueron en el ICS. Un millar van a pagar las recetas de farmacia de los ciudadanos. Y, después de otros gastos, quedan 3.707 millones que acaban al poco Transparets "sector concertado". Para hacerse una idea del tamaño del pastel, y teniendo en cuenta que el modelo arranca en el año 1981 (cuando el Estado transfirió las competencias sanitarias a la Generalidad), podemos estimar que a precios de hoy ya grandes rasgos la Generalitat ha puesto sobre la mesa más de 120.000 millones de euros sin demasiado control de donde acababan de ir.
Veamos sólo tres ejemplos. En 1996, ICV preguntó en el Parlamento al entonces consejero de Salud, Eduard Rius, sobre los contratos a dedo que el Grupo Serhs de Ramón Bagó estaba ganando a hospitales financiados con fondos públicos. "No disponemos de la información requerida", contestó Ríos, alegando que la autonomía de gestión de los centros le eximía de dar más explicaciones. La misma suerte han tenido recientemente un grupo de vecinos de Mollet , que en un supuesto órgano de participación ciudadana del hospital de la ciudad han osado pedir las cuentas de la fundación que lo gestiona. La respuesta recibida ha sido un simple y contundente no. Tampoco la prensa hemos tenido más suerte. Al preguntarle sobre los sueldos de los gerentes, sobre una adjudicación a una consultoría o un contrato sospechoso, la respuesta es siempre la misma: la autonomía de la entidad no les obliga a ofrecer estos datos.
Así, privilegiados por este modelo, son muchos los que han hecho fortuna en la sanidad catalana. Lo han hecho constructoras beneficiadas con adjudicaciones a dedo (como Emte, en Sant Pau) y sobrecostes permitidos (cuando no propiciados) por los gestores del sistema. Lo han hecho empresas de servicios como las cocinas de Ramon Bagó y los laboratorios General Lab (hoy Labco, de la misma familia Sumarroca que Emte). Y la han hecho decenas de gestores con sueldos superiores a 100.000 euros , tan elevados que son la envidia en el resto del Estado (el caso extremo son los 280.000 euros y el Audi A6 de Josep Prat). Una trabajo periodístico a hacer, muy difícil pero relevante, sería descubrir cuántos gestores de la sanidad pública catalana cobraban más de 100.000 euros al año, pongamos, en 2010 Ya les adelanto que son más de 120 Sólo como comparación, en la sanidad pública madrileña (sólo un poco más pequeña en tamaño) no superan la docena.
Para acabar de entender el engranaje hay que tener en cuenta las famosas puertas giratorias . Quien hoy está en un cargo político, mañana encontrará un hueco al sistema para ganarse la vida. Y al revés: quien hoy trabaja en el sistema, mañana será elegido para dirigir desde un cargo político el sistema. ¿Qué incentivos tienen unos y otros en cambiar algo? La respuesta evidente es que ninguna. Sólo así se pueden entender algunas de las cosas que han pasado los últimos años. Un caso podría ser el del Joan Maria Adserà que explica el reportaje publicado en CRÍTICO con el título 'Una fundación dirigida por un ex alto cargo de CiU controla la atención sanitaria en Tarragona' .
Un modelo de éxito?
Los defensores del sistema llamarán, indignados, que esto no es cierto. Que el modelo catalán es un modelo de éxito, que ha conseguido la mejor de las calidades asistenciales con un infrafinanciación crónica y que es la envidia de muchos otros sistemas sanitarios en el resto del Estado y en el extranjero.
Sobre el modelo de éxito del sistema sanitario catalán, permitidme que muestre mis dudas admitiendo que una respuesta completa requiere de estudios muy complejas. No dudo por la calidad de los profesionales. Pero la sanidad catalana, al menos desde principios de los 2000 (cuando el resto de comunidades comenzaron a gestionar también sus hospitales) está tan bien o mal financiada como el resto de autonomías , con una cantidad fija por habitante corregida ligeramente al alza oa la baja según algunas variables (dispersión, población ...). Y sin embargo, hay muy pocas comunidades que hayan tenido que aplicar recortes sanitarias tan fuertes como Cataluña o tengan unas listas de espera tan calamitosas.
Sobre la exportación del modelo catalán a otras regiones, permita que tenga más mala baba. É s cierto que los gestores catalanes han aprendido un know-how valioso en su trabajo en la sanidad pública catalana. Es cierto que este conocimiento ha servido para hacer millonarias consultorías en el extranjero. Pero quien ha hecho ya quién ha beneficiado la venta de este know-how? En la sanidad catalana? La respuesta es que no. La consultoría en el extranjero lo han comercializado las dos patronales del sector, la Unión Catalana de Hospitales (UCH, de donde proviene el consejero actual de Sanidad, Boi Ruiz) y el Consorcio de Salud y Social de Cataluña (CSC, dirigido los últimos veinte años por Carlos Mantiene, Ramon Bagó y Josep Abelló, entre otros). Sólo el CSC ingresó cerca de 50 millones de euros en consultorías hechas en Latinoamérica entre 2004 y 2010 . Y la UCH firmó el año 2007 un contrato (con la Red Santa Tecla de Tarragona) aún más sustancioso (y que acabó mal) en Argentina . Los contratos los firmaban la UCH y el CSC, pero quien hacía realmente el trabajo eran los mismos gestores de la sanidad catalana, cobrando por ella unos buenos dinero. En algunos casos, incluso, algunos de estos gestores hacían escapadas en Latinoamérica mientras ocupaban altos cargos en la sanidad catalana. Ésta, sin embargo, es otra historia. La pregunta, con ironía, que me hago es si los gestores sanitarios de otros países lo que quieren es importar el modelo catalán por el bien de sus ciudadanos o porque en realidad les gustaría es ser gestores de un sistema como el nuestro.
Hay voluntad política de poner límites a estas élites extractivas de la Sanidad? Si miramos los magros resultados de la comisión de investigación sobre la sanidad en el Parlamento o la lentitud de una ley de transparencia que lleva dos años descafeinado en su trámite parlamentario, la previsible y descorazonador respuesta vuelve a ser que no.